martes, 23 de agosto de 2011

¿ NUEVOS MEDIOS DE GUERRA?

Jugada de farol
http://www.levante-emv.com/ 23/08/2011/ José Luis Villacañas
Conviene ver la película «El caso Farewell». Se ha proyectado en tiempo de verano, sin pena ni gloria, pero se merece otro trato. Quizá la vi el día adecuado, en que había saltado cierta noticia a la prensa que hizo de mí un espectador atento. En efecto, ese día los periódicos habían denunciado la mayor transferencia de conocimiento de la historia de la humanidad mediante un asalto de piratas informáticos a más de setenta organismos internacionales, desde la ONU a las agencias gubernativas de los EE UU, grandes empresas, bancos y organismos de los principales países del mundo. Todos los indicios sugerían que el espía era el único gran país no espiado y por doquier se señalaba al gobierno chino. Ni siquiera podemos imaginar lo que habrá en esos miles de archivos robados. El señor Julian Assange ha embotado nuestra imaginación con la calderilla del mundo.
Con estos ánimos, sintiendo la presión de imágenes paranoides, fui a ver «El caso Farewell», la historia del hundimiento de la URSS. Era el día menos adecuado para preguntarse qué hay de verdad y de ficción en nuestro mundo. Ese día sentía que todo podía ser verdad. El director del film, Ch. Carion, decidió aumentar mis dudas vitales con un relato verosímil impecable, en el que todo rezuma ese destilado de realismo y heroísmo, siniestro y enloquecido, que se presiente tras las bambalinas rutilantes de la historia. Y allí, con rostros y nombres como los de Gorbachov, Reagan, Mitterrand y Thatcher, se nos cuenta cómo concluyó una época de la humanidad, al margen de todas las historias grandiosas de políticos reformadores, líderes carismáticos, papas polacos y victorias de la democracia que iba a sellar el fin de la historia.
La metáfora del film es que la URSS murió como Liberty Valance, por el disparo imperceptible del hombre en la sombra. No hay metáfora sin ambivalencia y en la película ese héroe en la sombra, ese John Wayne que está fuera de plano, no sólo es un fantástico Emir Kusturica, el coronel ruso que pasa a Francia la lista completa de los agentes secretos soviéticos, sino también un astuto Mitterrand, que calma las sospechas de Reagan por su izquierdismo con la transferencia de ese conocimiento vital. Reagan, que encara las situaciones difíciles visionando las películas del oeste que no protagonizó, organiza la ofensiva sabiendo que la URSS está desprotegida. No adopta por eso una actitud heroica. Sirviéndose de otros modelos y otros filmes en los que sí participó, dice la frase central de la película: «¡Qué gran placer jugar de farol cuando tienes la certeza de que el rival tiene muy malas cartas!». Entonces lanzó la guerra de las galaxias. Cuando Gorbachov preguntó al jefe de la KGB qué sabía de esa arma, éste contestó que todos sus agentes estaban detenidos. No podían ver las cartas y se retiraron de la mesa.
El duelo URSS-EE UU acabó mediante esta nueva forma de hacer la guerra, basada en los servicios secretos. Y fue así porque se había tomado la decisión de hacer la guerra por otros medios. Esta decisión sigue vinculando a los poderes soberanos del mundo presente. La pregunta es: ¿de qué duelo forma parte el espionaje económico de los setenta u ochenta agentes centrales del mundo, que tuvo lugar semanas atrás y que, al parecer, implicó el tráfico de saber más intenso de la historia de la humanidad? La pregunta también podría tener que ver con la presente situación mundial. ¿Y si detrás de los movimientos de los mercados hubiese poderes soberanos, con sus satélites oportunistas especuladores? ¿Y si esto que estamos viendo como lucha de mercados fuera lo menos liberal del mundo: la guerra entre poderes soberanos mundiales por otros medios? Quizá no tengamos que esperar veinte años para ver una película que nos cuente el final de una época de la humanidad, el final del imperio del ganador en aquella jugada de farol, el final de una hegemonía forjada por un tahúr.

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