LA ISLA, EL FILME DE ULI STELZNER: EL ARCHIVO DE LA POLICÍA
>> lunes, 12 de abril de 2010
La Isla, archivos de una tragedia
EN: SIGLOXXI.COMSITE: http://www.sigloxxi.comFECHA: 11/04/2010AUTOR: Alejandra Gutiérrez Valdizán aluxzoe@gmail.com
Este, definitivamente, no es un lugar para pasear los domingos por la tarde. Tampoco es un sitio para sonreír. Podría ser el set perfecto para una película de terror: un laberinto lleno de cajas de cartón, de montañas de papeles y fichas empolvados. Y desplazándose por sus pasillos, con luces neón, unos seres de uniformes color marrón, con mascarillas.
El Archivo de la Policía Nacional ha sufrido tremendas mutaciones. En 1980 Romeo Lucas García inauguró la obra del que sería el hospital de la extinta Policía Nacional (PN), pero antes de que se terminara su construcción (en 1982, con Efraín Ríos Montt al poder) el edificio cambió su personalidad y se convirtió en el Sexto Cuerpo de la PN.
De acuerdo con el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, este fue uno de los cuerpos policíacos más represivos de su época. Años después, este espacio permaneció cerrado y empezó a servir como inmenso contenedor para documentos y fichas de los diversos organismos de la Policía. Dicen que, incluso, llegaban camiones que descargaban miles de documentos que se iban apilando sin orden alguno. Fue un grupo de mujeres policías el que veló por la conservación de los pliegos, los cuales permanecerían escondidos y cuya existencia fue negada reiteradamente.
Fue por casualidad, en 2005, después de la explosión del polvorín de la Brigada Mariscal Zavala, cuando los vecinos de La Parroquia alertaron a la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) sobre la posibilidad de que en el predio abandonado de la zona 6 se almacenaran explosivos. La PDH pidió orden judicial para verificar la denuncia. Y fue enorme la sorpresa cuando en lugar de armas o explosivos, hallaron montañas de papeles que registraban la historia de la institución, desde 1881. Se sospechó también que se pretendía quemar los documentos.
A partir de ese encuentro, a la PDH se le asignó el poder para cuidar los documentos y se inició un tortuoso proceso que intenta rescatar, ordenar y clasificar 8 millones de folios. Este espacio se ha convertido en un referente en archivística en Latinoamérica; también, en una luz para muchas familias que intentan conocer qué pasó con sus parientes desaparecidos y, probablemente, en motivo de urticaria para otros —de hecho, algunos documentos rescatados ya sirvieron para encontrar a los elementos que secuestraron a Fernando García, esposo desaparecido de Nineth Montenegro.
El contenido del que se suponía un depósito de municiones, en realidad es pura pólvora. El archivo es como un enorme rompecabezas de 8 millones de piezas que retrata una parte de la historia del país; y no ha pasado inadvertido. El año pasado el escritor Rodrigo Rey Rosa publicó El material humano, un delirante diario personal en el que con astucia se cuestiona ese viscoso elemento llamado memoria. Y ahora llega La Isla, el filme de Uli Stelzner que utiliza el archivo como una plataforma de despegue para enfrentarnos con dolorosas imágenes e historias que parecieran empeñadas en borrarse de la memoria colectiva.
Llegó la hora…
Así, se inicia La Isla: una voz en off dice: “Llegó la hora de conocer verdades…”. Stelzner introdujo cámara, proyectores de imágenes y a su equipo —muchos de ellos guatemaltecos— en el laberinto. El reto era monumental: despegarse del papel empolvado de las fichas y contar una historia. El director, también guionista, lo logró.
“Lo nuestro es cinema for the people (cine para el pueblo). Contamos historias que realmente le peguen y le entren a la gente. Siempre tratamos de ser muy creativos con nuestras imágenes y con la forma de narrar la historia. Pero no hablo de un cine experimental; realmente tenemos el objetivo de hacer un cine que concientice a la gente”. Stelzner se aleja de la idea del “cine por el arte” o del intento por satisfacer el individualismo del cineasta. Él tiene claro que le interesa presentar ángulos de la realidad de los que no se habla demasiado. El director opina que en Guatemala hace falta “más lectura de películas”; el cine comercial ha acostumbrado a determinada forma de ver y es necesario situar la mirada en otros materiales y aprender a interpretarlos. Por la misma razón no estrena su película en solitario, sino que promueve la I Muestra Internacional (lea Cine Documental).
Familias destrozadas
Si alguien busca en el cine un simple material de esparcimiento o evasión, es recomendable que se abstenga de ver este filme. La Isla es dolorosa y, probablemente, también provocará debate; el mismo director ha declarado que le interesa provocarlo, pues considera necesario que se hable de estos temas.
Pero, quizá, a algunos les provocará alteraciones mayores. Algunos personajes de la política nacional aparecen en imágenes documentales del pasado, en situaciones que ya han sido borradas por el potente poder de lo inmediato. Además, como en otras ocasiones, algunos podrían decir que la balanza no es equilibrada. Para Stelzner la respuesta es sencilla: “la mayoría de violaciones de derechos humanos se cometieron por parte de las instituciones del Estado y, de hecho, la película es acerca de documentos estatales. Son 80 millones de documentos, y yo dependía de lo que me permitían ver. Entonces nos centramos en las víctimas, pero también en los victimarios y hasta en los actores internacionales que participaron. Hablo de varios Estados latinoamericanos, incluso asiáticos, y norteamericanos, por supuesto. El sistema de represión era tan aplastante que no puedes dejar de contar esto”.
Stelzner no niega que se haya cometido violaciones de derechos humanos por parte de la resistencia, “pero no está en ningún documento que yo he encontrado; de hecho, en la película, si uno lo lee bien y lo observa bien, también hay críticas de los protagonistas a la guerrilla. Pero no se trata, en este caso, de decir vamos a ver quién cometió qué cosa, sino de orientarmos a lo que le ha pasado a la mayoría del pueblo de Guatemala, que de hecho fue un ataque, un genocidio”.
A fin de cuentas, explica el cineasta, “el documental trata de examinar el trato que dio el Estado a sus propios ciudadanos; eso también es lo que investiga el archivo. El Estado desapareció a miles y miles de personas, sin dejar huellas, y dejó una sociedad con miles de familias destrozadas, y de eso trata La Isla”.
Un recurso, un cuestionamiento
El archivo de la Policía está situado en un terreno que colinda con la actual Academia de la Policía Nacional Civil y con un predio de chatarra de vehículos. En las imágenes del documental se presenta a los actuales miembros de la Policía entrenando. ¿Es esta alguna crítica a la presente Policía, a los vestigios de la PN que quedan en sus filas?, pregunto. El director lo tiene claro: “Estamos hablando de una película, y hay que leer y entender sus imágenes como tal”.
Stelzner explica que la introducción de escenas con la Policía en acción fue más bien un recurso para contextualizar el espacio –el archivo– donde los trabajadores constantemente oyen los tiros de los entrenamientos. Con este medio se refleja que “al mismo tiempo que ven las crueldades escritas en papel y las fotos crueles de crímenes que cometió la Policía en ese tiempo, también están escuchando los tiros y los gritos; entonces es una presión fortísima para los trabajadores. De alguna manera teníamos que enfocar esta cercanía”.
Pero, además de este hecho, Stelzner no niega que “se podría leer las imágenes también como un cuestionamiento: los policías que están estudiando en la academia ¿están conscientes de su propia historia, saben con qué herencia empiezan su servicio?
Una cárcel clandestina
La sinopsis de La Isla podría ser sencilla: “un documental sobre los archivos de la Policía”; pero no, La Isla se constituye en una especie de metáfora de la memoria (a partir del derrocamiento de Jacobo Árbenz). Como en la mitología, el hilo de Ariadna nos hace recorrer el laberinto de expedientes por cuyas paredes, cual minotauros, van apareciendo (proyectados) personajes del doloroso pasado del país. La música de Paulo Alvarado y del rapero Nim Alae terminarán de atar los hilos.
Stelzner afirma que “el reto para un cineasta al hacer un largometraje en un solo edificio es enorme, además de los limites que me pusieron. Las posibilidades cinematográficas eran muy limitadas”. Entonces, el director explica que proyectó las imágenes de los documentos, “para que el edificio refleje de alguna manera lo que ha pasado en el país y en ese lugar, porque ese espacio era una cárcel clandestina. Para la musicalización solicitamos a dos músicos que tocaran en vivo. Su trabajo no es una composición de posproducción. Los músicos estuvieron presentes en el rodaje y oyeron las entrevistas y a partir de la experiencia interpretaron su música. Todo es muy auténtico”.
El documental no presenta la cara “institucional” del archivo; presenta a los trabajadores. Al director le interesaba presentar la cara humana de la historia. Porque, “si no te convencen, si no hablan de sí, si no descubres nada en los protagonistas y si no hay una identificación... la película termina en un reportaje o en una película institucional y eso no tiene que ver con el cine independiente”, señala Stelzner.
El director enfatiza en que para este trabajo se buscó “a los protagonistas de la época de la guerra y de la posguerra, a jóvenes que trabajan el archivo y que están retratados de alguna manera en este filme. Este es el gran valor que ha sido muy difícil de asumir, tanto para los protagonistas como para mí, como director, al manejar toda esa presión psicológica de volver a relatar todo lo que les ha ocurrido”.
Stelzner reconoce que la filmación “fue un proceso muy difícil, complicado y largo”, pero el resultado “se refleja en una película que al final de cuentas, si se le quita toda la información política e histórica, muestra la esencia humana y así es como debe funcionar el cine”.
IMÁGENES NUNCA VISTAS
Además de los trabajadores del Archivo de la Policía Nacional (conocido como La Isla), en la narración se introducen otros protagonistas que aunque no son empleados, sí están ligados al lugar: los hermanos Armando y Verónica Morales, quienes narran su trágica vida. Elías Barahona, Jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de Interior, de 1976 a 1980 quien narra la historia desde las entrañas de la institución, y la única actuación, la de Jon Dunn (reconocido catedrático universitario audiovisual) interpretando a un agente de la CIA. Por las paredes también danzan imágenes que filmó el Ejército estadounidense en Guatemala, “son imágenes nunca vistas”, asegura el director, Uli Stelzner.
EL GRAN SILENCIO
A Uli Stelzner le ha llevado cuatro años culminar La Isla. No ahorra energías para promoverla; le interesa que la mayor cantidad de guatemaltecos la vea. Ya ha sido presentada con éxito en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (Idfa), e inicia un recorrido por varios festivales más. Se afinan también los detalles para el estreno, y el director hace negociaciones para que algún distribuidor y las salas de cine se interesen por proyectarla. Porque, como dice el director: “Hay mucho que decir y mucho que hacer en Guatemala, y esas décadas del conflicto interno no se han trabajado en un montón de aspectos. Siento que todavía hay un gran silencio, no solamente entre los medios de comunicación, sino también en la sociedad y en los ámbitos comunitario y familiar. Quizá esta película promueva que la gente hable, porque sólo hablando se puede, poco a poco, socializar esos traumas. Nosotros recuperamos esas imágenes para devolverlas a la sociedad guatemalteca. Para que conozca, porque negar la propia historia es negarse a sí mismo”.
CINE DOCUMENTAL
Bajo el título de Historia, verdad y justicia se realizará la I Muestra de Cine Documental. Se realizará del 12 al 17 de abril, en el Palacio Nacional de la Cultura, el Paraninfo Universitario y el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Visite iskacine.com para conocer las sinopsis de las 5 películas que preceden al estreno de La Isla (del 16 al 18 de abril. Únicamente quedan boletos para la última presentación).
MATERIALES QUE VALEN ORO
En otros países existen archivos audiovisuales a los cuales todos los ciudadanos tienen acceso, mientras los académicos investigan y escriben libros sobre sus imágenes, y existen especialistas en historia de la televisión. En Guatemala pocos se cuestionan nuestro pasado audiovisual. Pero, poco a poco, se van filtrando, cual minúsculos espejos fragmentados, trozos de grabaciones del pasado. La explicación: los canales de televisión no almacenaban las imágenes de sus noticieros y programas; estos se iban grabando sobre las mismas cintas: ¿un ahorro de recursos? o ¿una terrible inconsciencia sobre el futuro? Uli Stelzner, documentalista alemán, ha encontrado en Guatemala mucho material para sus obras (Los civilizadores, 1997; Testamento, 2003; Asalto al sueño, 2006) y se ha enfrentado con la escasez de imágenes del país. Para producir La Isla tuvo que recurrir a archivos internacionales, porque, explica el director: “En los lugares más alejados de Guatemala, donde se cometieron las masacres, no había testigos de parte de los medios nacionales. Entonces, los corresponsales extranjeros jugaron un rol crucial en ese momento. Incluso yo lo sentía en los años 90, no podía andar con guatemaltecos en el equipo porque era demasiado peligroso para ellos y, en ese sentido, esos materiales valen oro para la sociedad guatemalteca”. Por esa misma razón, Stelzner es de los principales promotores de la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y Cinematografía (Agacine, agacine.org) en su intento por resguardar los archivos visuales de Guatemala. En este sentido, La Isla resulta ser también una crítica potente a esa falta de interés por nuestra memoria audiovisual. “Es una crítica desde la distancia, desde mi punto de vista, de cómo deberían trabajar los periodistas y no solamente los medios de comunicación”, indica Stelzner. El realizador asegura que además de una censura evidente, también se produjo una nociva autocensura: “la mayoría de periodistas o fotógrafos sabían lo que estaban filmando, pero no se animaron a expresarlo tal como lo veían. Entonces, es una forma de mentira; no solamente funciona por la orden de arriba, sino que te adaptas a la situación para sobrevivir”. Pero, además, en la época de posguerra Stelzner critica el hecho de que el Estado no ha cumplido con su deber de información, de educación y concienciación. “Aquí, las empresas de comunicación privadas funcionan bajo la lógica del dinero y nadie les obliga a hablar de esos temas, que son difíciles de consumir y de aceptar, pero que son necesarios para una sociedad”. El director ejemplifica con el caso de Alemania, en la que algunos aún intentan negar la existencia del Holocausto.“Pero allí están las imágenes; entonces nadie lo puede negar”. Quizá, dice Uli Stelzner, “La Isla sea una crítica general a cómo se maneja la historia en el país, y los medios de comunicación tienen una profunda responsabilidad”
EN: SIGLOXXI.COMSITE: http://www.sigloxxi.comFECHA: 11/04/2010AUTOR: Alejandra Gutiérrez Valdizán aluxzoe@gmail.com
Este, definitivamente, no es un lugar para pasear los domingos por la tarde. Tampoco es un sitio para sonreír. Podría ser el set perfecto para una película de terror: un laberinto lleno de cajas de cartón, de montañas de papeles y fichas empolvados. Y desplazándose por sus pasillos, con luces neón, unos seres de uniformes color marrón, con mascarillas.
El Archivo de la Policía Nacional ha sufrido tremendas mutaciones. En 1980 Romeo Lucas García inauguró la obra del que sería el hospital de la extinta Policía Nacional (PN), pero antes de que se terminara su construcción (en 1982, con Efraín Ríos Montt al poder) el edificio cambió su personalidad y se convirtió en el Sexto Cuerpo de la PN.
De acuerdo con el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, este fue uno de los cuerpos policíacos más represivos de su época. Años después, este espacio permaneció cerrado y empezó a servir como inmenso contenedor para documentos y fichas de los diversos organismos de la Policía. Dicen que, incluso, llegaban camiones que descargaban miles de documentos que se iban apilando sin orden alguno. Fue un grupo de mujeres policías el que veló por la conservación de los pliegos, los cuales permanecerían escondidos y cuya existencia fue negada reiteradamente.
Fue por casualidad, en 2005, después de la explosión del polvorín de la Brigada Mariscal Zavala, cuando los vecinos de La Parroquia alertaron a la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) sobre la posibilidad de que en el predio abandonado de la zona 6 se almacenaran explosivos. La PDH pidió orden judicial para verificar la denuncia. Y fue enorme la sorpresa cuando en lugar de armas o explosivos, hallaron montañas de papeles que registraban la historia de la institución, desde 1881. Se sospechó también que se pretendía quemar los documentos.
A partir de ese encuentro, a la PDH se le asignó el poder para cuidar los documentos y se inició un tortuoso proceso que intenta rescatar, ordenar y clasificar 8 millones de folios. Este espacio se ha convertido en un referente en archivística en Latinoamérica; también, en una luz para muchas familias que intentan conocer qué pasó con sus parientes desaparecidos y, probablemente, en motivo de urticaria para otros —de hecho, algunos documentos rescatados ya sirvieron para encontrar a los elementos que secuestraron a Fernando García, esposo desaparecido de Nineth Montenegro.
El contenido del que se suponía un depósito de municiones, en realidad es pura pólvora. El archivo es como un enorme rompecabezas de 8 millones de piezas que retrata una parte de la historia del país; y no ha pasado inadvertido. El año pasado el escritor Rodrigo Rey Rosa publicó El material humano, un delirante diario personal en el que con astucia se cuestiona ese viscoso elemento llamado memoria. Y ahora llega La Isla, el filme de Uli Stelzner que utiliza el archivo como una plataforma de despegue para enfrentarnos con dolorosas imágenes e historias que parecieran empeñadas en borrarse de la memoria colectiva.
Llegó la hora…
Así, se inicia La Isla: una voz en off dice: “Llegó la hora de conocer verdades…”. Stelzner introdujo cámara, proyectores de imágenes y a su equipo —muchos de ellos guatemaltecos— en el laberinto. El reto era monumental: despegarse del papel empolvado de las fichas y contar una historia. El director, también guionista, lo logró.
“Lo nuestro es cinema for the people (cine para el pueblo). Contamos historias que realmente le peguen y le entren a la gente. Siempre tratamos de ser muy creativos con nuestras imágenes y con la forma de narrar la historia. Pero no hablo de un cine experimental; realmente tenemos el objetivo de hacer un cine que concientice a la gente”. Stelzner se aleja de la idea del “cine por el arte” o del intento por satisfacer el individualismo del cineasta. Él tiene claro que le interesa presentar ángulos de la realidad de los que no se habla demasiado. El director opina que en Guatemala hace falta “más lectura de películas”; el cine comercial ha acostumbrado a determinada forma de ver y es necesario situar la mirada en otros materiales y aprender a interpretarlos. Por la misma razón no estrena su película en solitario, sino que promueve la I Muestra Internacional (lea Cine Documental).
Familias destrozadas
Si alguien busca en el cine un simple material de esparcimiento o evasión, es recomendable que se abstenga de ver este filme. La Isla es dolorosa y, probablemente, también provocará debate; el mismo director ha declarado que le interesa provocarlo, pues considera necesario que se hable de estos temas.
Pero, quizá, a algunos les provocará alteraciones mayores. Algunos personajes de la política nacional aparecen en imágenes documentales del pasado, en situaciones que ya han sido borradas por el potente poder de lo inmediato. Además, como en otras ocasiones, algunos podrían decir que la balanza no es equilibrada. Para Stelzner la respuesta es sencilla: “la mayoría de violaciones de derechos humanos se cometieron por parte de las instituciones del Estado y, de hecho, la película es acerca de documentos estatales. Son 80 millones de documentos, y yo dependía de lo que me permitían ver. Entonces nos centramos en las víctimas, pero también en los victimarios y hasta en los actores internacionales que participaron. Hablo de varios Estados latinoamericanos, incluso asiáticos, y norteamericanos, por supuesto. El sistema de represión era tan aplastante que no puedes dejar de contar esto”.
Stelzner no niega que se haya cometido violaciones de derechos humanos por parte de la resistencia, “pero no está en ningún documento que yo he encontrado; de hecho, en la película, si uno lo lee bien y lo observa bien, también hay críticas de los protagonistas a la guerrilla. Pero no se trata, en este caso, de decir vamos a ver quién cometió qué cosa, sino de orientarmos a lo que le ha pasado a la mayoría del pueblo de Guatemala, que de hecho fue un ataque, un genocidio”.
A fin de cuentas, explica el cineasta, “el documental trata de examinar el trato que dio el Estado a sus propios ciudadanos; eso también es lo que investiga el archivo. El Estado desapareció a miles y miles de personas, sin dejar huellas, y dejó una sociedad con miles de familias destrozadas, y de eso trata La Isla”.
Un recurso, un cuestionamiento
El archivo de la Policía está situado en un terreno que colinda con la actual Academia de la Policía Nacional Civil y con un predio de chatarra de vehículos. En las imágenes del documental se presenta a los actuales miembros de la Policía entrenando. ¿Es esta alguna crítica a la presente Policía, a los vestigios de la PN que quedan en sus filas?, pregunto. El director lo tiene claro: “Estamos hablando de una película, y hay que leer y entender sus imágenes como tal”.
Stelzner explica que la introducción de escenas con la Policía en acción fue más bien un recurso para contextualizar el espacio –el archivo– donde los trabajadores constantemente oyen los tiros de los entrenamientos. Con este medio se refleja que “al mismo tiempo que ven las crueldades escritas en papel y las fotos crueles de crímenes que cometió la Policía en ese tiempo, también están escuchando los tiros y los gritos; entonces es una presión fortísima para los trabajadores. De alguna manera teníamos que enfocar esta cercanía”.
Pero, además de este hecho, Stelzner no niega que “se podría leer las imágenes también como un cuestionamiento: los policías que están estudiando en la academia ¿están conscientes de su propia historia, saben con qué herencia empiezan su servicio?
Una cárcel clandestina
La sinopsis de La Isla podría ser sencilla: “un documental sobre los archivos de la Policía”; pero no, La Isla se constituye en una especie de metáfora de la memoria (a partir del derrocamiento de Jacobo Árbenz). Como en la mitología, el hilo de Ariadna nos hace recorrer el laberinto de expedientes por cuyas paredes, cual minotauros, van apareciendo (proyectados) personajes del doloroso pasado del país. La música de Paulo Alvarado y del rapero Nim Alae terminarán de atar los hilos.
Stelzner afirma que “el reto para un cineasta al hacer un largometraje en un solo edificio es enorme, además de los limites que me pusieron. Las posibilidades cinematográficas eran muy limitadas”. Entonces, el director explica que proyectó las imágenes de los documentos, “para que el edificio refleje de alguna manera lo que ha pasado en el país y en ese lugar, porque ese espacio era una cárcel clandestina. Para la musicalización solicitamos a dos músicos que tocaran en vivo. Su trabajo no es una composición de posproducción. Los músicos estuvieron presentes en el rodaje y oyeron las entrevistas y a partir de la experiencia interpretaron su música. Todo es muy auténtico”.
El documental no presenta la cara “institucional” del archivo; presenta a los trabajadores. Al director le interesaba presentar la cara humana de la historia. Porque, “si no te convencen, si no hablan de sí, si no descubres nada en los protagonistas y si no hay una identificación... la película termina en un reportaje o en una película institucional y eso no tiene que ver con el cine independiente”, señala Stelzner.
El director enfatiza en que para este trabajo se buscó “a los protagonistas de la época de la guerra y de la posguerra, a jóvenes que trabajan el archivo y que están retratados de alguna manera en este filme. Este es el gran valor que ha sido muy difícil de asumir, tanto para los protagonistas como para mí, como director, al manejar toda esa presión psicológica de volver a relatar todo lo que les ha ocurrido”.
Stelzner reconoce que la filmación “fue un proceso muy difícil, complicado y largo”, pero el resultado “se refleja en una película que al final de cuentas, si se le quita toda la información política e histórica, muestra la esencia humana y así es como debe funcionar el cine”.
IMÁGENES NUNCA VISTAS
Además de los trabajadores del Archivo de la Policía Nacional (conocido como La Isla), en la narración se introducen otros protagonistas que aunque no son empleados, sí están ligados al lugar: los hermanos Armando y Verónica Morales, quienes narran su trágica vida. Elías Barahona, Jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de Interior, de 1976 a 1980 quien narra la historia desde las entrañas de la institución, y la única actuación, la de Jon Dunn (reconocido catedrático universitario audiovisual) interpretando a un agente de la CIA. Por las paredes también danzan imágenes que filmó el Ejército estadounidense en Guatemala, “son imágenes nunca vistas”, asegura el director, Uli Stelzner.
EL GRAN SILENCIO
A Uli Stelzner le ha llevado cuatro años culminar La Isla. No ahorra energías para promoverla; le interesa que la mayor cantidad de guatemaltecos la vea. Ya ha sido presentada con éxito en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (Idfa), e inicia un recorrido por varios festivales más. Se afinan también los detalles para el estreno, y el director hace negociaciones para que algún distribuidor y las salas de cine se interesen por proyectarla. Porque, como dice el director: “Hay mucho que decir y mucho que hacer en Guatemala, y esas décadas del conflicto interno no se han trabajado en un montón de aspectos. Siento que todavía hay un gran silencio, no solamente entre los medios de comunicación, sino también en la sociedad y en los ámbitos comunitario y familiar. Quizá esta película promueva que la gente hable, porque sólo hablando se puede, poco a poco, socializar esos traumas. Nosotros recuperamos esas imágenes para devolverlas a la sociedad guatemalteca. Para que conozca, porque negar la propia historia es negarse a sí mismo”.
CINE DOCUMENTAL
Bajo el título de Historia, verdad y justicia se realizará la I Muestra de Cine Documental. Se realizará del 12 al 17 de abril, en el Palacio Nacional de la Cultura, el Paraninfo Universitario y el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Visite iskacine.com para conocer las sinopsis de las 5 películas que preceden al estreno de La Isla (del 16 al 18 de abril. Únicamente quedan boletos para la última presentación).
MATERIALES QUE VALEN ORO
En otros países existen archivos audiovisuales a los cuales todos los ciudadanos tienen acceso, mientras los académicos investigan y escriben libros sobre sus imágenes, y existen especialistas en historia de la televisión. En Guatemala pocos se cuestionan nuestro pasado audiovisual. Pero, poco a poco, se van filtrando, cual minúsculos espejos fragmentados, trozos de grabaciones del pasado. La explicación: los canales de televisión no almacenaban las imágenes de sus noticieros y programas; estos se iban grabando sobre las mismas cintas: ¿un ahorro de recursos? o ¿una terrible inconsciencia sobre el futuro? Uli Stelzner, documentalista alemán, ha encontrado en Guatemala mucho material para sus obras (Los civilizadores, 1997; Testamento, 2003; Asalto al sueño, 2006) y se ha enfrentado con la escasez de imágenes del país. Para producir La Isla tuvo que recurrir a archivos internacionales, porque, explica el director: “En los lugares más alejados de Guatemala, donde se cometieron las masacres, no había testigos de parte de los medios nacionales. Entonces, los corresponsales extranjeros jugaron un rol crucial en ese momento. Incluso yo lo sentía en los años 90, no podía andar con guatemaltecos en el equipo porque era demasiado peligroso para ellos y, en ese sentido, esos materiales valen oro para la sociedad guatemalteca”. Por esa misma razón, Stelzner es de los principales promotores de la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y Cinematografía (Agacine, agacine.org) en su intento por resguardar los archivos visuales de Guatemala. En este sentido, La Isla resulta ser también una crítica potente a esa falta de interés por nuestra memoria audiovisual. “Es una crítica desde la distancia, desde mi punto de vista, de cómo deberían trabajar los periodistas y no solamente los medios de comunicación”, indica Stelzner. El realizador asegura que además de una censura evidente, también se produjo una nociva autocensura: “la mayoría de periodistas o fotógrafos sabían lo que estaban filmando, pero no se animaron a expresarlo tal como lo veían. Entonces, es una forma de mentira; no solamente funciona por la orden de arriba, sino que te adaptas a la situación para sobrevivir”. Pero, además, en la época de posguerra Stelzner critica el hecho de que el Estado no ha cumplido con su deber de información, de educación y concienciación. “Aquí, las empresas de comunicación privadas funcionan bajo la lógica del dinero y nadie les obliga a hablar de esos temas, que son difíciles de consumir y de aceptar, pero que son necesarios para una sociedad”. El director ejemplifica con el caso de Alemania, en la que algunos aún intentan negar la existencia del Holocausto.“Pero allí están las imágenes; entonces nadie lo puede negar”. Quizá, dice Uli Stelzner, “La Isla sea una crítica general a cómo se maneja la historia en el país, y los medios de comunicación tienen una profunda responsabilidad”
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