PERMANENCIA DEL LEGADO DIGITAL A LARGO PLAZO UN RETO

>>  martes, 17 de mayo de 2011


Memoria electrónica: una historia de corta duración
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/65442.html / 16/05/2011 / Guillermo Cárdenas Guzmán
Año 1865 a. C. Uruk, Mesopotamia. Con un desgastado punzón de hierro, un anciano escriba se reclina sobre una tablilla de arcilla que sostiene entre sus piernas entrecruzadas y termina de cincelar los caracteres cuneiformes (por su forma de cuña) que describen el ascenso del rey Sin-Kashid al poder.
Año 2010, d. C. Basora, Sur de Irak. Un periodista británico conecta el teclado inalámbrico de la tablet electrónica que porta en su regazo. Termina su reporte noticioso y antes de enviarlo a su medio a través de una conexión a Internet de banda ancha adjunta un archivo con las fotografías de alta resolución que tomó hace unos minutos para documentar la violencia de grupos extremistas en el Golfo Pérsico.
Comparar tecnologías tan disímiles se antoja ocioso: los medios digitales parecen infinitamente superiores por su capacidad de almacenamiento, reproducción y facilidad de uso. Hoy, cualquier disco duro comercial puede alojar el contenido de una biblioteca. Pero son frágiles y relativamente efímeros: ninguno ha sobrevivido más de 50 años. En cambio, gracias a la labor de arqueólogos, lingüistas e historiadores, hoy conocemos el mensaje plasmado en antiguas tablillas sumerias o en fragmentos de papiros egipcios milenarios.
La permanencia del legado digital a largo plazo, sea a título personal o institucional, es un reto emergente ante el cual aún no se vislumbra un camino bien definido. “Es una carrera contra el tiempo, porque día con día generamos más información digital, tanto la que se copia de los documentos originales análogos como la que nace en este formato”, comenta la maestra en Informática Marcela Peñaloza, de la UNAM. Más del 90 % de los archivos que hoy se generan, dice, son electrónicos.
“El enorme tesoro de información digital producida hoy en casi todas las áreas de las actividades humanas y concebida para ser consultada con computadoras podría perderse si no se elaboran técnicas y políticas específicas para su conservación”, se advierte en una carta de 2003 elaborada por la UNESCO donde están descritas las líneas rectoras que deben aplicarse para mantener ese acervo digital.
Como la tradición oral
“Los registros digitales se parecen más a la tradición oral que a los documentos convencionales”, opina Marc Weber, del Museo de Historia de la Computación en Mountain View, California. “Si no somos cuidadosos, nuestra época podría culminar como en la era del oscurantismo. Todos están produciendo materiales en formato digital, pero sin poner mucho esfuerzo en preservarlos”, advierte en un reporte publicado en abril en New Scientist.
¿Nuestros nietos sabrán cómo lucían los mexicanos hoy, así como identificamos a Juárez en las fotos impresas que aún existen? Para el coordinador de Difusión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Benito Taibo, la plataforma digital no implica riesgos considerables para el legado cultural, sino al contrario, una vía para ampliar su vigencia. Cita el caso de la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo, que tiene digitalizado más del 90% de su acervo (casi un millón de piezas).
Con documentos electrónicos en formatos como JPG y TIFF respaldados en discos duros (un archivo “espejo” del principal está depositado en una caja fuerte en una sede alterna), asegura, la preservación de fotos originales se ha ampliado, pues ya no están sujetas a manipulación y deterioro. Se han digitalizado también obras rescatadas, entre ellas la imagen de unos negativos de vidrio en plata-gelatina muy dañados de principios del siglo XIX.
A largo plazo, pronostica Taibo, en la medida que se introduzcan otras tecnologías, “viviremos migrando los archivos (de imagen) a las nuevas plataformas para que tengan mayor durabilidad; la apuesta es conservarlos para siempre”. Sobre los textos dice que es mucho más fácil preservarlos y que proyectos como el Gutenberg —que ofrece más de 34 mil libros on line— muestran que nunca más perderemos palabras impresas. “Para muchos Internet es la caja de Pandora, pero yo lo considero como la Biblioteca de Alejandría”.
Peñaloza, de la Dirección General de Cómputo y Tecnologías de Información y Comunicación de la UNAM, coincide en que, para prevenir daños al legado digital hay que transferir constantemente los archivos de un soporte a otro y actualizar la información. Reconoce que a veces prevalecen intereses de empresas y proveedores, pues “proponen nuevos formatos que al final no se convierten en estándares, por no estar apoyados por una organización que promueva el intercambio y la interoperatividad entre diferentes equipos”.
Eso no es todo: el volumen de información digital producido por la humanidad (295 exabytes, equivalente a 325 veces los granos de arena de las playas del mundo, según el cálculo reciente de Martin Hilbert en Science) plantea retos paralelos, como seleccionar qué se desea preservar y garantizar su autenticidad, pues cualquier persona puede editar un archivo electrónico que no esté cifrado o posea candados. “Esos temas no están totalmente resueltos; el marco legal no contiene esos referentes porque todavía hay mucho qué definir y qué pensar”, señaló Peñaloza
La posesión de derechos de autor sobre obras o sobre el software para interpretarlas, así como las cuestiones relativas a la privacidad también podrían complicar el acceso a documentos on line y off line, aunque siguieran disponibles durante siglos. Además, las iniciativas de preservación emprendidas por muchos países aún son fragmentarias y aisladas, como reconoce la UNESCO, quien dentro de sus diversos lineamientos en la materia recomienda adoptar normas internacionales.



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