EN LOS LEGAJOS SE CONSERVA TAMBIEN LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS
>> lunes, 11 de junio de 2012
Los papeles también
http://www.abc.es / 11/06/2012
La historia de un pueblo no sólo se explica en piedras o tradiciones, sino que también se conserva en legajos
Ayer se celebró en Castilla y León el Día Internacional de los Archivos. Una jornada de puertas abiertas tan necesaria como oportuna, y cuyo programa de actividades presentó en Valladolid, el miércoles pasado, el Director General de Políticas Culturales de la Junta, José Ramón Alonso. Necesaria porque, al lado del patrimonio artístico y monumental —el nuestro en concreto es uno de los más extensos y ricos de la humanidad—, la historia de un pueblo no sólo se explica en piedras, en tradiciones orales o en ruinas arqueológicas, sino que también se conserva en legajos para la eternidad. Esto ocurre así en el orbe civilizado desde que Homero esculpió en letras doradas el sueño de los hombres. Y es que esas palabras disueltas en trazos silenciosos, y a veces incomprensibles, contienen en verdad los arcanos del espíritu.
Necesaria por tanto, pero también oportuna, pues en Castilla y León se impone una reivindicación archivística en toda regla. Aunque sólo fuera para hacer justicia con la palabra escrita de los castellano y leoneses durante tantos siglos. Hace tres o cuatro días, sin ir más lejos, nos escandalizamos por algo realmente insólito: de la existencia de un claustro semejante al de Silos que, como en otras ocasiones —EE.UU—, se desmontó pieza a pieza para adornar un jardín en Palamós (Gerona). Tampoco están lejanos los días en los que se desmocharon las torres del Castillo de Montealegre para construir las dársenas del Canal de Castilla y de paso, en la explanada del mismo castillo, con el fin de calentarse las manos, se quemó el inmenso archivo histórico que allí se conservaba con una frivolidad pasmosa.
Por tanto, repito, una iniciativa necesaria y oportuna. Además, conviene en este mismo sentido, zanjar cuanto antes una cuestión política realmente espinosa. Me refiero al desguace del Archivo de Salamanca por parte del zapaterismo nacionalista y sectario, y que ha dejado en la memoria histórica de los castellano y leoneses —de nada sirve negarlo—, como también en la comunidad científica de todo el mundo, un poso de amargor espeso, de impotencia y desconsuelo inevitables. Situación en absoluto imputable a la Junta de Castilla y León que en esto de los archivos, como en la conservación del patrimonio artístico, siempre se ha empleado a fondo y ha dado a entender, en todas las instancias jurídicas habidas y por haber, que las piedras y los papeles tienen un parecido peso histórico en esta Comunidad.
Claro que lo tienen. Por esto mismo, cuando le preguntaron a José Ramón Alonso sobre el contencioso de Salamanca, que aún colea con el ministro Wert, su respuesta no pudo ser más clara y concisa: unidad frente a dispersión. O sea, coherencia de una política cultural —la que siempre mantuvo el Gobierno de Herrera— frente a los vaivenes de una política incivil que se puso en marcha a fuerza de decretos leyes sólo para disimular los callos que tienen ciertos políticos en el pie izquierdo. Bueno, los callos y algo más: para impedir que los papeles no canten tanto como las piedras.
http://www.abc.es / 11/06/2012
La historia de un pueblo no sólo se explica en piedras o tradiciones, sino que también se conserva en legajos
Ayer se celebró en Castilla y León el Día Internacional de los Archivos. Una jornada de puertas abiertas tan necesaria como oportuna, y cuyo programa de actividades presentó en Valladolid, el miércoles pasado, el Director General de Políticas Culturales de la Junta, José Ramón Alonso. Necesaria porque, al lado del patrimonio artístico y monumental —el nuestro en concreto es uno de los más extensos y ricos de la humanidad—, la historia de un pueblo no sólo se explica en piedras, en tradiciones orales o en ruinas arqueológicas, sino que también se conserva en legajos para la eternidad. Esto ocurre así en el orbe civilizado desde que Homero esculpió en letras doradas el sueño de los hombres. Y es que esas palabras disueltas en trazos silenciosos, y a veces incomprensibles, contienen en verdad los arcanos del espíritu.
Necesaria por tanto, pero también oportuna, pues en Castilla y León se impone una reivindicación archivística en toda regla. Aunque sólo fuera para hacer justicia con la palabra escrita de los castellano y leoneses durante tantos siglos. Hace tres o cuatro días, sin ir más lejos, nos escandalizamos por algo realmente insólito: de la existencia de un claustro semejante al de Silos que, como en otras ocasiones —EE.UU—, se desmontó pieza a pieza para adornar un jardín en Palamós (Gerona). Tampoco están lejanos los días en los que se desmocharon las torres del Castillo de Montealegre para construir las dársenas del Canal de Castilla y de paso, en la explanada del mismo castillo, con el fin de calentarse las manos, se quemó el inmenso archivo histórico que allí se conservaba con una frivolidad pasmosa.
Por tanto, repito, una iniciativa necesaria y oportuna. Además, conviene en este mismo sentido, zanjar cuanto antes una cuestión política realmente espinosa. Me refiero al desguace del Archivo de Salamanca por parte del zapaterismo nacionalista y sectario, y que ha dejado en la memoria histórica de los castellano y leoneses —de nada sirve negarlo—, como también en la comunidad científica de todo el mundo, un poso de amargor espeso, de impotencia y desconsuelo inevitables. Situación en absoluto imputable a la Junta de Castilla y León que en esto de los archivos, como en la conservación del patrimonio artístico, siempre se ha empleado a fondo y ha dado a entender, en todas las instancias jurídicas habidas y por haber, que las piedras y los papeles tienen un parecido peso histórico en esta Comunidad.
Claro que lo tienen. Por esto mismo, cuando le preguntaron a José Ramón Alonso sobre el contencioso de Salamanca, que aún colea con el ministro Wert, su respuesta no pudo ser más clara y concisa: unidad frente a dispersión. O sea, coherencia de una política cultural —la que siempre mantuvo el Gobierno de Herrera— frente a los vaivenes de una política incivil que se puso en marcha a fuerza de decretos leyes sólo para disimular los callos que tienen ciertos políticos en el pie izquierdo. Bueno, los callos y algo más: para impedir que los papeles no canten tanto como las piedras.
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