ARCHIVOS DE LA FILMOTECA: Un proyecto de veinte años concluye...
>> miércoles, 9 de mayo de 2012
Archivos de la Filmoteca cierra un ciclo
http://www.koult.es/ 09/05/2012
¿Cierran las revistas sólo por culpa de la crisis económica? ¿Se ordenan cambios de ciclo con la excusa de dificultades económicas? Hemos conocido esta semana la noticia del cambio en la dirección deArchivos de la Filmoteca, la revista de cine editada desde la Filmoteca valenciana. Cuando leímos el editorial que encabezaba su número 69, pensamos en un primer momento que estábamos asistiendo a un cierre más de plataforma cultural debido a la crisis económica. Al término de la lectura comprendimos que lo que había ocurrido es que se terminaba un ciclo, que comenzó en 1992 y y dirigido desde entonces por Sánchez-Biosca y Vicente J. Benet y que a partir de este número 69 habría una nueva dirección. Pero no sólo eso. La lectura del texto que abajo publicamos íntegro nos confirmó una idea que ya comienza a ser conocida por los públicos: que bajo la excusa de crisis económica se están llevando a cabo reestructuraciones de plantilla, ajustes de presupuesto, apagones de programas, congelaciones de proyectos… De lo que se trata, como ocurre en los gobiernos, es de aprovechar que existe un chivo expiatorio para acelerar los procesos de cambio. Este tipo de acciones no provienen, lo dice el editorial de la revista, de una crisis económica, sino de una crisis intelectual y moral. Para seguir adelante nos queda la tranquilidad de ver que lo que ha ocurrido con la dirección de Archivos de la filmoteca es un acto de rebeldía y de coherencia, una pequeña revolución que, a ojos quizá de la mayoría, parece que tiene todas las de perder.
“En un pasaje de sus memorias tituladas Mi último suspiro, Luis Buñuel hacía recuento de su prolongada experiencia mexicana, por cuyas películas no sentía especial orgullo: rodajes rápidos, stars impuestas, fuentes literarias decididas por otras… A pesar de todo, recapitulaba con serena dignidad desde la atalaya de una muerte que sabía cercana: ‘creo no haber rodado nunca una sola escena que fuese contraria a mis convicciones, a mi moral personal’. Sería desmesura pretender parangonarnos al insigne don Luis. Sin embargo, los modelos no se invocan para envanecerse de la comparación, sino para aspirar a imitarlos porque se admiran. Digamos, pues, con humildad que, cualquiera que haya sido el valor de los textos publicados por Archivos de la filmoteca durante los casi veinte años que director y redactor jefe llevamos a su frente, no creemos haber publicado nada contrario a nuestro sentido intelectual y moral. Fue la única condición que pusimos a nuestro llorado Ricardo Muñoz Suay en noviembre de 1992, no por azar asociado en el recuerdo y en la historia a su amigo Buñuel; condición que fue concedida sin ambages ni alambiques, con la rotunda rudeza que caracterizó a Ricardo. Fue también este pacto tácito, de caballeros solía decirse antes, de generosidad humana y confianza intelectual si se prefiere, el que nosotros sellamos a nuestra vez con nuestros colaboradores, equipo de redacción e interlocutores de filmotecas y universidades. Han sido dos décadas plagadas de cambios de todo signo que han visto desfilar un rosario de figuras en los cargos de la Administración de los que dependemos. Aunque a menudo sentimos que el futuro de la revista podía peligrar, hemos de reconocer que aquella condición originaria fue respetada. Y ello bastó para mantener nuestro entusiasmo y nuestros anhelos de mejora.
No nos llamemos a engaño: Archivos de la filmoteca evolucionó, suave pero inexorablemente, desde 1992. Lo hizo de acuerdo con las nuevas tendencias propias de una revista de historia del cine, siguiendo los impulsos y movimientos de otras publicaciones hermanas en otras lenguas y países del mundo académico. Su énfasis en la historia se incrementó, la presencia del hispanismo fue más visible en sus páginas, sus autores se multiplicaron por efecto de una exigencia de mayor especialización y rigor. No fue la única línea posible y no nos corresponde a nosotros evaluar si fue la mejor. Fue, eso sí, coherente y nos hemos sentido cada vez más acompañados en nuestra aventura por esa invisible comunidad imaginaria que forma la reflexión y el saber. Un DVD recogió sus primeros cincuenta números, un reading de artículos sobre cine español vio la luz en lengua francesa, la digitalización de la revista por Digitalia apuntó hacia una modernización de calidad y con un criterio aquilatado de difusión…
Pues bien, ese vínculo imaginario con el origen, ese hálito vital e intelectual, ya no son posibles en la coyuntura de la institución que publica Archivos de la filmoteca. Los criterios de valoración son otros y las prioridades también. No es un resultado de la crisis económica, sino de lo que nos gustaría denominar una crisis moral e intelectual de las instituciones públicas. El tiempo dirá quién estaba errado y quién en la razón. O tal vez no lo diga nunca. Pero desprendidos de los efectos de aquel juramento ético y científico, de los retos de un mejoramiento constante y cada vez más riguroso, seguir al frente de esta revista sin poder garantizar los resultados ni el enfoque sería aferrarse al timón de un barco a la deriva o incurrir en un personalismo vano. Carecemos de inclinación a lo uno y no nos asiste el narcisismo que llevaría a lo otro. Cualesquiera que sean nuestros sentimientos, nuestra despedida tiene escasa importancia en el terreno emocional y debe, en cambio, ser comprendida en una dimensión: el final de un proyecto. Un proyecto al que dieron su apoyo intelectuales, instituciones, universidades, filmotecas, investigadores de todo el mundo concluye aquí y es obligación moral nuestra explicar a quienes solicitamos nos acompañaran en esta ilusión que ya no estamos respaldados ni en condiciones de garantizar el nivel que prometimos y la libertad de juicio que consideramos matriz de una auténtica vida intelectual. Un proyecto de veinte años concluye y desde estas páginas nos gustaría recordar que debemos sus frutos, que no sus defectos, a todos cuantos imprimieron su firma en algunos de sus rincones. Y, sobre todo, consagrar un último recuerdo a quien nos encomendó su futuro. Lo hacemos con sentido agradecimiento a su confianza, pero también con la modesta serenidad del deber cumplido. El futuro, si lo hubiere, es cosas de otros y a otros compete explicarlo.”
A continuación, y como cierre del editorial, va un comentario del número que se presenta, donde por cierto se encuentra un importante artículo firmado por Miguel Fernández Labayen y Josetxo Cerdán sobre la productora de cine experimental X-films, financiada por los Huarte en Pamplona, los mismos mecenas que promovieron los Encuentros de Pamplona, fiesta del arte experimental internacional que tuvo lugar en la capital navarra en julio de 1972.
http://www.koult.es/ 09/05/2012
¿Cierran las revistas sólo por culpa de la crisis económica? ¿Se ordenan cambios de ciclo con la excusa de dificultades económicas? Hemos conocido esta semana la noticia del cambio en la dirección deArchivos de la Filmoteca, la revista de cine editada desde la Filmoteca valenciana. Cuando leímos el editorial que encabezaba su número 69, pensamos en un primer momento que estábamos asistiendo a un cierre más de plataforma cultural debido a la crisis económica. Al término de la lectura comprendimos que lo que había ocurrido es que se terminaba un ciclo, que comenzó en 1992 y y dirigido desde entonces por Sánchez-Biosca y Vicente J. Benet y que a partir de este número 69 habría una nueva dirección. Pero no sólo eso. La lectura del texto que abajo publicamos íntegro nos confirmó una idea que ya comienza a ser conocida por los públicos: que bajo la excusa de crisis económica se están llevando a cabo reestructuraciones de plantilla, ajustes de presupuesto, apagones de programas, congelaciones de proyectos… De lo que se trata, como ocurre en los gobiernos, es de aprovechar que existe un chivo expiatorio para acelerar los procesos de cambio. Este tipo de acciones no provienen, lo dice el editorial de la revista, de una crisis económica, sino de una crisis intelectual y moral. Para seguir adelante nos queda la tranquilidad de ver que lo que ha ocurrido con la dirección de Archivos de la filmoteca es un acto de rebeldía y de coherencia, una pequeña revolución que, a ojos quizá de la mayoría, parece que tiene todas las de perder.
“En un pasaje de sus memorias tituladas Mi último suspiro, Luis Buñuel hacía recuento de su prolongada experiencia mexicana, por cuyas películas no sentía especial orgullo: rodajes rápidos, stars impuestas, fuentes literarias decididas por otras… A pesar de todo, recapitulaba con serena dignidad desde la atalaya de una muerte que sabía cercana: ‘creo no haber rodado nunca una sola escena que fuese contraria a mis convicciones, a mi moral personal’. Sería desmesura pretender parangonarnos al insigne don Luis. Sin embargo, los modelos no se invocan para envanecerse de la comparación, sino para aspirar a imitarlos porque se admiran. Digamos, pues, con humildad que, cualquiera que haya sido el valor de los textos publicados por Archivos de la filmoteca durante los casi veinte años que director y redactor jefe llevamos a su frente, no creemos haber publicado nada contrario a nuestro sentido intelectual y moral. Fue la única condición que pusimos a nuestro llorado Ricardo Muñoz Suay en noviembre de 1992, no por azar asociado en el recuerdo y en la historia a su amigo Buñuel; condición que fue concedida sin ambages ni alambiques, con la rotunda rudeza que caracterizó a Ricardo. Fue también este pacto tácito, de caballeros solía decirse antes, de generosidad humana y confianza intelectual si se prefiere, el que nosotros sellamos a nuestra vez con nuestros colaboradores, equipo de redacción e interlocutores de filmotecas y universidades. Han sido dos décadas plagadas de cambios de todo signo que han visto desfilar un rosario de figuras en los cargos de la Administración de los que dependemos. Aunque a menudo sentimos que el futuro de la revista podía peligrar, hemos de reconocer que aquella condición originaria fue respetada. Y ello bastó para mantener nuestro entusiasmo y nuestros anhelos de mejora.
No nos llamemos a engaño: Archivos de la filmoteca evolucionó, suave pero inexorablemente, desde 1992. Lo hizo de acuerdo con las nuevas tendencias propias de una revista de historia del cine, siguiendo los impulsos y movimientos de otras publicaciones hermanas en otras lenguas y países del mundo académico. Su énfasis en la historia se incrementó, la presencia del hispanismo fue más visible en sus páginas, sus autores se multiplicaron por efecto de una exigencia de mayor especialización y rigor. No fue la única línea posible y no nos corresponde a nosotros evaluar si fue la mejor. Fue, eso sí, coherente y nos hemos sentido cada vez más acompañados en nuestra aventura por esa invisible comunidad imaginaria que forma la reflexión y el saber. Un DVD recogió sus primeros cincuenta números, un reading de artículos sobre cine español vio la luz en lengua francesa, la digitalización de la revista por Digitalia apuntó hacia una modernización de calidad y con un criterio aquilatado de difusión…
Pues bien, ese vínculo imaginario con el origen, ese hálito vital e intelectual, ya no son posibles en la coyuntura de la institución que publica Archivos de la filmoteca. Los criterios de valoración son otros y las prioridades también. No es un resultado de la crisis económica, sino de lo que nos gustaría denominar una crisis moral e intelectual de las instituciones públicas. El tiempo dirá quién estaba errado y quién en la razón. O tal vez no lo diga nunca. Pero desprendidos de los efectos de aquel juramento ético y científico, de los retos de un mejoramiento constante y cada vez más riguroso, seguir al frente de esta revista sin poder garantizar los resultados ni el enfoque sería aferrarse al timón de un barco a la deriva o incurrir en un personalismo vano. Carecemos de inclinación a lo uno y no nos asiste el narcisismo que llevaría a lo otro. Cualesquiera que sean nuestros sentimientos, nuestra despedida tiene escasa importancia en el terreno emocional y debe, en cambio, ser comprendida en una dimensión: el final de un proyecto. Un proyecto al que dieron su apoyo intelectuales, instituciones, universidades, filmotecas, investigadores de todo el mundo concluye aquí y es obligación moral nuestra explicar a quienes solicitamos nos acompañaran en esta ilusión que ya no estamos respaldados ni en condiciones de garantizar el nivel que prometimos y la libertad de juicio que consideramos matriz de una auténtica vida intelectual. Un proyecto de veinte años concluye y desde estas páginas nos gustaría recordar que debemos sus frutos, que no sus defectos, a todos cuantos imprimieron su firma en algunos de sus rincones. Y, sobre todo, consagrar un último recuerdo a quien nos encomendó su futuro. Lo hacemos con sentido agradecimiento a su confianza, pero también con la modesta serenidad del deber cumplido. El futuro, si lo hubiere, es cosas de otros y a otros compete explicarlo.”
A continuación, y como cierre del editorial, va un comentario del número que se presenta, donde por cierto se encuentra un importante artículo firmado por Miguel Fernández Labayen y Josetxo Cerdán sobre la productora de cine experimental X-films, financiada por los Huarte en Pamplona, los mismos mecenas que promovieron los Encuentros de Pamplona, fiesta del arte experimental internacional que tuvo lugar en la capital navarra en julio de 1972.
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