En los registros y archivos encontró la verdad sobre su herencia centenaria.
>> lunes, 5 de enero de 2015
http://www.elmundo.es/ 05/01/2015
El recién reconocido único nieto de José Arana aspira a cobrar entre 4 y 7 millones
En la familia era una vieja historia, oculta durante años y que nunca se había investigado en serio. Pero cuando una herencia sacó a la luz ciertos papeles que la confirmaban, Alberto Cortabarria decidió tirar del hilo. Su idea en un principio era «completar la historia familiar», y para eso recorrió archivos y registros en los que fue recabando documentación. Con ella en la mano, se dio cuenta de que tenía muchos indicios que confirmaban lo que siempre se había sabido en el entorno familiar: su abuelo, José Cortabarria, era el hijo natural y no reconocido del célebre empresario guipuzcoano José Arana Elorza (Eskoriatza, 1839-1908) y de una joven que trabajaba en su casa y tenía diecisiete años cuando quedó embarazada.
La residencia, único edificio en pie del legado de Arana. ARABA PRESS
Como consecuencia de los derechos que este reconocimiento lleva aparejados, la familia reclama ahora su parte de la herencia, de la que el principal beneficiario en 1908 fue el Ayuntamiento de Eskoriatza, en Gipuzkoa, de donde Arana era oriundo. Un actuario de seguros cifra estos derechos entre 4 y 7 millones de euros.
«En un caso así hay dos criterios para valorar la herencia. Uno sería actualizar a día de hoy las cantidades que José Arana Elorza dejó en el testamento al Ayuntamiento de Eskoriatza, 240.000 pesetas», explica el abogado de la familia, Fernando Osuna, del bufete Osuna de abogados de Sevilla. Si esa cantidad fue empleada «en inversiones, terrenos o escuelas», como ocurrió en el caso de Eskoriatza, continúa Osuna, un segundo criterio permite reclamar el valor a día de hoy de esas inversiones. Por el momento, el consistorio no ha emitido la respuesta por escrito pertinente, explica Osuna, quien adelanta que en caso de que rechacen sus peticiones, presentarán una demanda para reclamar los bienes que corresponden al único nieto natural del empresario.
El panteón familiar. ARABA PRESS
Además del Ayuntamiento de Eskoriatza, varios particulares resultaron beneficiarios del testamento de Arana, por lo que la familia deberá ahora contactar también con ellos para tratar de llegar a un acuerdo. Como único hijo natural de José Arana, a José Cortabarria (nacido en 1898 y fallecido en 1958) le habría correspondido el tercio de la legítima más el tercio de mejora de los bienes de Arana, un derecho que pasa a su hijo, José Cortabarria, de 84 años.
La historia de la recientemente reconocida familia de José Arana comienza en 1898, cuando Francisca Petra Cortabarria, una joven de 17 años que trabajaba en casa del empresario, quedó embarazada y dio a luz a un hijo al que bautizó como José Cortabarria. El célebre empresario taurino, considerado el padre de la Semana Grande donostiarra y uno de los principales promotores del turismo de San Sebastián, protegió en vida tanto a la madre como al hijo, de quienes se aseguró que recibieran una educación, explica el biznieto, Alberto Cortabarria. Ella llegó a ser maestra en Igeldo y el hijo de ambos trabajó después durante años como periodista y crítico taurino.
Entre la documentación encontrada, Alberto Cortabarria apunta que su bisabuela «tiene alguna manifestación de que esperaba algún reconocimiento» por parte de Arana, aunque éste no llegó a producirse. «Eran otros tiempos y estas cosas se vivían con vergüenza», explica el biznieto. Cuando el empresario sufrió de forma repentina una lesión aórtica en 1908, a la madre de su hijo ni siquiera le dejaron entrar a hablar con él. En las 24 horas que siguieron, Arana redactó de urgencia un testamento en el que nombraba principal heredero de su fortuna al pueblo de Eskoriatza.
Nacido en 1839 en la localidad guipuzcoana, Arana marchó muy joven a ganarse la vida a Madrid, donde tuvo la suerte de ser agraciado con el Gordo de la Lotería de Navidad. Hombre de carácter emprendedor, comenzó entonces una exitosa carrera como empresario. Abrió un negocio de ultramarinos en Madrid que no tardó en extender con una sucursal en San Sebastián y, de vuelta a Gipuzkoa, puso en marcha allí un pequeño negocio de banca y un despacho para la venta de billetes de espectáculos, especialmente corridas de toros.
Cuando en 1875 un incendio destruyó la plaza de toros de San Sebastián, Arana financió su reconstrucción y se convirtió durante veinte años en el propietario y empresario de la plaza donde surgió en 1876 el nombre de la Semana Grande donostiarra. En los años siguientes, Arana construyó también el Frontón Beti-Jai, que después transformó en un teatro circo, y durante cinco temporadas se hizo cargo además de la gestión empresarial del Teatro Real de Madrid.
Con todas estas actividades, Arana amplió una fortuna que dejó en su mayoría al pueblo de Eskoriatza en su testamento. En él expresaba su voluntad de que el dinero fuera empleado en la traída de aguas al municipio, como así se hizo; en un asilo, que sigue en funcionamiento y es la actual residencia de ancianos de Eskoriatza, y en unas escuelas que fueron construidas pero cuyos terrenos fueron vendidos hace años.
Así, los herederos de la fortuna de Arana terminaron siendo el Ayuntamiento de Eskoriatza y un patronato que es quien a día de hoy gestiona la residencia. Con sus representantes actuales se reunió a mediados de diciembre el abogado Fernando Osuna, quien les informó del planteamiento de la recién reconocida familia de José Arana sobre sus derechos de herencia. A la espera de una respuesta oficial, el representante legal explica que acudirán a los tribunales si es necesario para garantizar estos derechos.
Autor: BEATRIZ RUCABADO
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