Patrimonio Cultural Paraguayo es escamoteado por ratas que por un puñado de dinero lo venden al mejor postor
>> viernes, 17 de enero de 2014
Ratas, pero no de archivos
http://www.abc.com.py/ 17/01/2014
SALAMANCA. En una de las encuestas breves que se publican en la edición digital de este mismo periódico, el miércoles se preguntaba: “¿Cree que se brinda suficiente protección a los patrimonios culturales del Paraguay?”
Creo que el patrimonio es uno solo, pero ignoremos el detalle para ir a los resultados: un 88% dijo “No”. El 12% restante dijo “Sí”. Quizá en este 12% se encontrarán el intendente de Piribebuy, el cura párroco de Piribebuy, el arquitecto Javaloyes que restauró el templo, los obispos que le dieron el trabajo de hacerlo, y el abogado Federico Ríos Ruiz Díaz, director general de Defensa de la Cultura (menudo “defensor”), además de algún que otro incauto ya que nunca faltan despistados que responden encuestas sin terminar de entender la pregunta.
¿Es necesario que recuerde la historia? Es simple: una importante colección de documentos, dibujos y grabados pertenecientes al museo del Ministerio de Defensa fueron retenidos en la aduana de Clorinda cuando estaban por ser enviados a Buenos Aires. Me parece que estoy retrocediendo en el tiempo para volver a escribir lo ya escrito decena de veces, en un lamento jeremíaco (ver “Jeremías” en la Biblia), sobre la forma en que nuestro patrimonio cultural es dolorosamente escamoteado no por las llamadas “ratas de archivos” con que se suele menospreciar a los investigadores, sino por ratas que por un puñado de dinero han decidido poner a disposición del mejor postor el documento que deseen.
Les voy a contar el final de esta historia como el aguafiestas que sale del cine y al pasar a nuestro lado, que estamos en la cola para entrar a ver la película, dice en voz alta: “el asesino es el mayordomo”. Pues este es el final: después de una serie de proclamas, protestas, manifestaciones de indignación y juramentos de fidelidad a la patria, la historia se diluirá y terminará en el olvido. Solo unos cuantos terminaremos desilusionados, desalentados y un poco más amargados al ver que a nadie le interesa absolutamente nada aquello que nos ha ido formando, a través del tiempo, una identidad como nación. ¿Habrá alguien que sea realmente consciente de lo que esto significa? ¿Habrá alguien que sea realmente consciente del efecto devastador que tiene la destrucción de eso que llamamos simplemente “patrimonio”? Lastimosamente creo que no.
Hace como diez años, o quizá quince, comenzó a aparecer por la redacción del diario un hombre que deseaba vender unos documentos antiguos “heredados” de sus antepasados, documentos firmados por el doctor Francia o por su secretario, así de antiguos eran. Comenzamos a seguirle la pista juntamente con Luis Verón para descubrir que el hombre trabajaba en el Archivo Nacional y los documentos que deseaba vender provenían de allí.
A raíz de las publicaciones que ingenuamente hicimos con Verón –todavía creíamos en la efectividad de nuestras “denuncias”– se formó una comisión investigadora y me citaron a declarar en una oficina del Ministerio de Educación y Cultura en la calle Estados Unidos casi Teniente Fariña. Allí fui: cinco personas, mucha formalidad, mucha solemnidad, muchas promesas de que rodarían cabezas y que finalmente la luz de la verdad brillaría en el firmamento iluminando nuestras míseras testas. ¿Cuál fue el final? Pues el mismo que acabo de adelantar para el caso presente: nada.
Cuando los zoológicos de Chicago y San Francisco (USA) solicitaron llevar un casal de taguá para estudiarlos durante cierto tiempo y devolverlos luego a su hábitat natural, se firmaron más papeles y compromisos que para el actual caso de la salida de documentos, dibujos y grabados del Museo del Ministerio de Defensa con la fantástica excusa de que se los llevaban para ser escaneados en Buenos Aires. O bien –cada uno cuenta la historia que se le ocurre– a pedido de investigadores argentinos que querían estudiarlos. Señor director del museo del Louvre: estoy haciendo en este momento un estudio sobre Leonardo Da Vinci. ¿Me podrían enviar a casa “La Gioconda” por unos meses? Les juro que cuando concluya el trabajo la devolveré. Así de locos estamos todos.
Autor: Jesús Ruiz Nestosa
jesus.ruiznestosa@gmail.com
http://www.abc.com.py/ 17/01/2014
SALAMANCA. En una de las encuestas breves que se publican en la edición digital de este mismo periódico, el miércoles se preguntaba: “¿Cree que se brinda suficiente protección a los patrimonios culturales del Paraguay?”
Creo que el patrimonio es uno solo, pero ignoremos el detalle para ir a los resultados: un 88% dijo “No”. El 12% restante dijo “Sí”. Quizá en este 12% se encontrarán el intendente de Piribebuy, el cura párroco de Piribebuy, el arquitecto Javaloyes que restauró el templo, los obispos que le dieron el trabajo de hacerlo, y el abogado Federico Ríos Ruiz Díaz, director general de Defensa de la Cultura (menudo “defensor”), además de algún que otro incauto ya que nunca faltan despistados que responden encuestas sin terminar de entender la pregunta.
¿Es necesario que recuerde la historia? Es simple: una importante colección de documentos, dibujos y grabados pertenecientes al museo del Ministerio de Defensa fueron retenidos en la aduana de Clorinda cuando estaban por ser enviados a Buenos Aires. Me parece que estoy retrocediendo en el tiempo para volver a escribir lo ya escrito decena de veces, en un lamento jeremíaco (ver “Jeremías” en la Biblia), sobre la forma en que nuestro patrimonio cultural es dolorosamente escamoteado no por las llamadas “ratas de archivos” con que se suele menospreciar a los investigadores, sino por ratas que por un puñado de dinero han decidido poner a disposición del mejor postor el documento que deseen.
Les voy a contar el final de esta historia como el aguafiestas que sale del cine y al pasar a nuestro lado, que estamos en la cola para entrar a ver la película, dice en voz alta: “el asesino es el mayordomo”. Pues este es el final: después de una serie de proclamas, protestas, manifestaciones de indignación y juramentos de fidelidad a la patria, la historia se diluirá y terminará en el olvido. Solo unos cuantos terminaremos desilusionados, desalentados y un poco más amargados al ver que a nadie le interesa absolutamente nada aquello que nos ha ido formando, a través del tiempo, una identidad como nación. ¿Habrá alguien que sea realmente consciente de lo que esto significa? ¿Habrá alguien que sea realmente consciente del efecto devastador que tiene la destrucción de eso que llamamos simplemente “patrimonio”? Lastimosamente creo que no.
Hace como diez años, o quizá quince, comenzó a aparecer por la redacción del diario un hombre que deseaba vender unos documentos antiguos “heredados” de sus antepasados, documentos firmados por el doctor Francia o por su secretario, así de antiguos eran. Comenzamos a seguirle la pista juntamente con Luis Verón para descubrir que el hombre trabajaba en el Archivo Nacional y los documentos que deseaba vender provenían de allí.
A raíz de las publicaciones que ingenuamente hicimos con Verón –todavía creíamos en la efectividad de nuestras “denuncias”– se formó una comisión investigadora y me citaron a declarar en una oficina del Ministerio de Educación y Cultura en la calle Estados Unidos casi Teniente Fariña. Allí fui: cinco personas, mucha formalidad, mucha solemnidad, muchas promesas de que rodarían cabezas y que finalmente la luz de la verdad brillaría en el firmamento iluminando nuestras míseras testas. ¿Cuál fue el final? Pues el mismo que acabo de adelantar para el caso presente: nada.
Cuando los zoológicos de Chicago y San Francisco (USA) solicitaron llevar un casal de taguá para estudiarlos durante cierto tiempo y devolverlos luego a su hábitat natural, se firmaron más papeles y compromisos que para el actual caso de la salida de documentos, dibujos y grabados del Museo del Ministerio de Defensa con la fantástica excusa de que se los llevaban para ser escaneados en Buenos Aires. O bien –cada uno cuenta la historia que se le ocurre– a pedido de investigadores argentinos que querían estudiarlos. Señor director del museo del Louvre: estoy haciendo en este momento un estudio sobre Leonardo Da Vinci. ¿Me podrían enviar a casa “La Gioconda” por unos meses? Les juro que cuando concluya el trabajo la devolveré. Así de locos estamos todos.
Autor: Jesús Ruiz Nestosa
jesus.ruiznestosa@gmail.com
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