Tantos que quieren investigar en los archivos y al Estado español no le importa que se pierda la historia
>> martes, 16 de septiembre de 2014
Vergüenza sobre vergüenza
16 septiembre 2014
Licenciado en Clásicas y en Filología Hispánica. En paro. O limpiando garajes o dando clases, cuando mejor. Y lo peor; el país sigue su marcha.
En telediarios y radios se escucha y se ve las constantes quejas por la fuga de cerebros, de cerebros químicos o ingenieros. Una fuga real y que no hace sino esparcir la simiente de la futura pobreza. ¿Pero qué pasa con aquellas personas que han dedicado buena parte de su vida a las letras y las artes, a las humanidades, en definitiva?
Es vergonzoso que un país como España, cuya historia y cultura son envidia en el mundo y son la arcilla primordial de la que hemos surgido como país y una fuente, todavía intacta, e incluso ignota para algunos ministros, de riqueza, desperdicie a estos hombres de letras. Vergüenza sobre vergüenza. Es vergonzoso comprobar cómo ser hoy licenciado en Clásicas o en Hispánicas no es más que garantizarse un puesto fijo en la cola del paro, en la que tendrá mucho tiempo para leer –esa actividad tan denostada y que será pronto cosa de marcianos o miembros de una secta peligrosa-.
Esas personas, no nos olvidemos, habrán de ser los humanistas de mañana, los que doten de discurso intelectual -¿de qué?, oigo por ahí– a una sociedad que, como la nuestra, está tan falta de ideas y rebosante de noticias.
Que un país no sea capaz de ofrecer un futuro a las personas que en su día optaron por dedicarse a las humanidades es triste. Sin duda. Pero que ése país sea España, es doblemente hiriente, pues es el reflejo de una actitud hacia su propia historia; una actitud de supino desprecio y desinterés. ¿Qué importará la historia o el arte o la filosofía, qué más da la literatura?
Un desprecio que, tristemente, es muy real. Ojalá no hubiera trabajo para los humanistas por la pura razón de que no queda más por hacer. Pero cuando cientos de legajos se apolillan en los archivos sin que nadie los trabaje, cuando tanto queda por hacer en la investigación histórica y filológica de nuestro pasado que, no olvidemos, configura el mapa del futuro -¿queeeeé?, oigo en el despacho-, cuando estamos más faltos de los clásicos y sus obras, que recorrieron siglos de historia y que hoy están sepultados. Cuando hay tanto que hacer, es vergonzoso –vergüenza sobre vergüenza– que los humanistas dediquen sus horas a ver pasar el tiempo porque no hay nadie que quiera abrir el campo de las humanidades.
Bien es cierto que es menos rentable que los fondos de inversión, pero seguro que es más gratificante y, a medio o largo plazo, beneficioso para la sociedad
El Estado –ese aparataje administrativo e institucional que debe(ría) velar por el país– es el responsable. Sin ninguna duda. Pues es él el que debería preocuparse de tales asuntos. Es él el que debería luchar porque no quedara una archivo en España sin trabajar, por ejemplo. ¿Cómo va, la empresa privada, a volcarse en una tarea que el Gobierno desprecia? El Gobierno es quien debería dar un primer paso para luego pedirle a la empresa privada, que de verdad puede poner el parné, que se sume al esfuerzo. Si uno lo desprecia; la otra no hace aprecio. Ni el más mínimo.
El Gobierno ha demostrado un nulo interés por todo esto. Lo de hay crisis no sirve. Ya no. Pues si carece de dinero, cosa compresible, y al priorizar el gasto, la sanidad va por delante de los archivos –más comprensible aún-, ¿qué le impide abanderar una tarea necesaria y luchar porque la iniciativa privada se involucre?. El Gobierno, que podría apelar, por ejemplo, a las grandes empresas españolas para que fijaran sus ojos en las Humanidades –más allá de las exposiciones, magníficas, que muchas empresas ponen en marcha-, sin embargo, no lo hace. Vergüenza sobre vergüenza.
Licenciado el Hispánicas y en Clásicas. Y además, amigo mío y de Bilbao. En paro. Pero hay otros tantos como él –y no de todos ellos soy amigo ni todos son de Bilbao– que han visto sus expectativas reducidas a la nada por culpa de unos Gobiernos que desprecian el pilar fundamental de la actividad política, de su propia actividad como gobierno, y del país que tiene encomendado gobernar: las humanidades.
Autor: Álvaro Petit Zarzalejos
16 septiembre 2014
Licenciado en Clásicas y en Filología Hispánica. En paro. O limpiando garajes o dando clases, cuando mejor. Y lo peor; el país sigue su marcha.
En telediarios y radios se escucha y se ve las constantes quejas por la fuga de cerebros, de cerebros químicos o ingenieros. Una fuga real y que no hace sino esparcir la simiente de la futura pobreza. ¿Pero qué pasa con aquellas personas que han dedicado buena parte de su vida a las letras y las artes, a las humanidades, en definitiva?
Es vergonzoso que un país como España, cuya historia y cultura son envidia en el mundo y son la arcilla primordial de la que hemos surgido como país y una fuente, todavía intacta, e incluso ignota para algunos ministros, de riqueza, desperdicie a estos hombres de letras. Vergüenza sobre vergüenza. Es vergonzoso comprobar cómo ser hoy licenciado en Clásicas o en Hispánicas no es más que garantizarse un puesto fijo en la cola del paro, en la que tendrá mucho tiempo para leer –esa actividad tan denostada y que será pronto cosa de marcianos o miembros de una secta peligrosa-.
Esas personas, no nos olvidemos, habrán de ser los humanistas de mañana, los que doten de discurso intelectual -¿de qué?, oigo por ahí– a una sociedad que, como la nuestra, está tan falta de ideas y rebosante de noticias.
Que un país no sea capaz de ofrecer un futuro a las personas que en su día optaron por dedicarse a las humanidades es triste. Sin duda. Pero que ése país sea España, es doblemente hiriente, pues es el reflejo de una actitud hacia su propia historia; una actitud de supino desprecio y desinterés. ¿Qué importará la historia o el arte o la filosofía, qué más da la literatura?
Un desprecio que, tristemente, es muy real. Ojalá no hubiera trabajo para los humanistas por la pura razón de que no queda más por hacer. Pero cuando cientos de legajos se apolillan en los archivos sin que nadie los trabaje, cuando tanto queda por hacer en la investigación histórica y filológica de nuestro pasado que, no olvidemos, configura el mapa del futuro -¿queeeeé?, oigo en el despacho-, cuando estamos más faltos de los clásicos y sus obras, que recorrieron siglos de historia y que hoy están sepultados. Cuando hay tanto que hacer, es vergonzoso –vergüenza sobre vergüenza– que los humanistas dediquen sus horas a ver pasar el tiempo porque no hay nadie que quiera abrir el campo de las humanidades.
Bien es cierto que es menos rentable que los fondos de inversión, pero seguro que es más gratificante y, a medio o largo plazo, beneficioso para la sociedad
El Estado –ese aparataje administrativo e institucional que debe(ría) velar por el país– es el responsable. Sin ninguna duda. Pues es él el que debería preocuparse de tales asuntos. Es él el que debería luchar porque no quedara una archivo en España sin trabajar, por ejemplo. ¿Cómo va, la empresa privada, a volcarse en una tarea que el Gobierno desprecia? El Gobierno es quien debería dar un primer paso para luego pedirle a la empresa privada, que de verdad puede poner el parné, que se sume al esfuerzo. Si uno lo desprecia; la otra no hace aprecio. Ni el más mínimo.
El Gobierno ha demostrado un nulo interés por todo esto. Lo de hay crisis no sirve. Ya no. Pues si carece de dinero, cosa compresible, y al priorizar el gasto, la sanidad va por delante de los archivos –más comprensible aún-, ¿qué le impide abanderar una tarea necesaria y luchar porque la iniciativa privada se involucre?. El Gobierno, que podría apelar, por ejemplo, a las grandes empresas españolas para que fijaran sus ojos en las Humanidades –más allá de las exposiciones, magníficas, que muchas empresas ponen en marcha-, sin embargo, no lo hace. Vergüenza sobre vergüenza.
Licenciado el Hispánicas y en Clásicas. Y además, amigo mío y de Bilbao. En paro. Pero hay otros tantos como él –y no de todos ellos soy amigo ni todos son de Bilbao– que han visto sus expectativas reducidas a la nada por culpa de unos Gobiernos que desprecian el pilar fundamental de la actividad política, de su propia actividad como gobierno, y del país que tiene encomendado gobernar: las humanidades.
Autor: Álvaro Petit Zarzalejos
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