Archivos para no olvidar
>> domingo, 17 de junio de 2018
Archivos e información, caminos de ida y vuelta por la memoria nacional
https://www.excelsior.com.mx
Bajo el sugerente hashtag #ArchivosParaNoOlvidar, se difundió por Twitter el conjunto de eventos conmemorativos del Día Internacional de los Archivos que rodearon el 9 de junio.
El Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) y el Archivo General de la Nación (AGN) celebramos, el 11 de junio, la efeméride con un significativo programa en la sede del Inai. Como era predecible, por inminente, la Ley General de Archivos fue publicada el 15 de junio.
La memoria nacional es un “campo de comprensión” elástico que, si no se recorre, en términos de consulta, se encoge. En cada uno de los nativos de una nación hay remembranzas pretéritas alojadas en el subconsciente, transferidas de la boca de padres y abuelos en forma de relatos cortos que revelan la alegría o la desdicha que proviene de guerras o desastres naturales, que desde la noche de los tiempos vinieron a dar registro oral de “las edades del hombre” y en forma sensitiva aquellos acontecimientos profundamente memorables. Ahí conviven epopeyas y las celebraciones locales y familiares que dieron base a nuestra identidad.
Esa memoria intangible, siempre presente, asimilada desde la niñez por la narrativa de los padres —como diría Serrat— en la transmisión de frustraciones a los hijos “con la leche templada y en cada canción”. Consejos, anécdotas, plegarias, poemas, villancicos y corridos, bordan con hilos de colores el paisaje interior de cada quien, ese nuestro individual territorio sentimental.
En paralelo, el educando recibe en la escuela las notas cívicas y las leyendas patrias, y ahí comienza a gestarse su identidad política, su emoción pública y su vocación política. La lectura será el camino a informarse, la formación como alumno le vendrá sin sentirlo por ósmosis entre las aulas y las canchas de los planteles escolares, con sus reglas, advertencias y sanciones (mayores o menores) le llega al estudiante la necesidad de informarse para conseguir los pequeños y, los grandes objetivos, incluido el de profesionalizarse.
En México, como en muchos otros países, la memoria nacional oficial se adquiría por la vía de la obligatoriedad y se volvió una asignatura controlada, una temática que oscilaba en el discurso inflamado para héroes compatibles con el régimen y del lado opuesto antihéroes lanzados al nivel de viles protagonistas de la adversidad nacional. Un maniqueísmo peligroso que condujo a amar u odiar oficialmente, un brebaje para ofuscar el entendimiento en una permanente trama de los unos contra los otros de cada época nacional.
Muy lejos de la consciencia cívico-política de cada compatriota se encuentran los registros históricos. En los archivos descansan los testimonios que pueden desmentir las leyendas negras y blancas de ídolos y mártires, como de mezquinos traidores, documentos que evidencian que ni los unos fueron tan perfectos ni los otros tan perversos en desdoro de la patria. Pero que muy pocos consultan.
De cada tramo de la historia se va formando un acervo sobre los que ha sucedido. Un camino documentado del quehacer de cada gobernante, sea o no sea relevante su administración o tampoco memorable el personaje, por sus dotes de liderazgo o por sus defectos de mal gobernante, quedan registradas así las batallas nuevas, las de cada día de la vida republicana. Esa información es, no solamente una herramienta para conocer y, en consecuencia, reconocer con objetividad los yerros y los aciertos públicos, es mucho más que para eso, sirve para hacer valer derechos a través de trámites precisos.
La Ley General de Archivos obligará a recuperar aspectos de la memoria nacional que por las visiones ideológicas imperantes fueron canceladas como episodios proscritos y algunos de éstos como secretos inconfesables de la vida nacional. Será inevitable indagar esas noticias del ayer y del mañana en la consulta de los archivos, única fuente para no olvidar.
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Bajo el sugerente hashtag #ArchivosParaNoOlvidar, se difundió por Twitter el conjunto de eventos conmemorativos del Día Internacional de los Archivos que rodearon el 9 de junio.
El Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) y el Archivo General de la Nación (AGN) celebramos, el 11 de junio, la efeméride con un significativo programa en la sede del Inai. Como era predecible, por inminente, la Ley General de Archivos fue publicada el 15 de junio.
La memoria nacional es un “campo de comprensión” elástico que, si no se recorre, en términos de consulta, se encoge. En cada uno de los nativos de una nación hay remembranzas pretéritas alojadas en el subconsciente, transferidas de la boca de padres y abuelos en forma de relatos cortos que revelan la alegría o la desdicha que proviene de guerras o desastres naturales, que desde la noche de los tiempos vinieron a dar registro oral de “las edades del hombre” y en forma sensitiva aquellos acontecimientos profundamente memorables. Ahí conviven epopeyas y las celebraciones locales y familiares que dieron base a nuestra identidad.
Esa memoria intangible, siempre presente, asimilada desde la niñez por la narrativa de los padres —como diría Serrat— en la transmisión de frustraciones a los hijos “con la leche templada y en cada canción”. Consejos, anécdotas, plegarias, poemas, villancicos y corridos, bordan con hilos de colores el paisaje interior de cada quien, ese nuestro individual territorio sentimental.
En paralelo, el educando recibe en la escuela las notas cívicas y las leyendas patrias, y ahí comienza a gestarse su identidad política, su emoción pública y su vocación política. La lectura será el camino a informarse, la formación como alumno le vendrá sin sentirlo por ósmosis entre las aulas y las canchas de los planteles escolares, con sus reglas, advertencias y sanciones (mayores o menores) le llega al estudiante la necesidad de informarse para conseguir los pequeños y, los grandes objetivos, incluido el de profesionalizarse.
En México, como en muchos otros países, la memoria nacional oficial se adquiría por la vía de la obligatoriedad y se volvió una asignatura controlada, una temática que oscilaba en el discurso inflamado para héroes compatibles con el régimen y del lado opuesto antihéroes lanzados al nivel de viles protagonistas de la adversidad nacional. Un maniqueísmo peligroso que condujo a amar u odiar oficialmente, un brebaje para ofuscar el entendimiento en una permanente trama de los unos contra los otros de cada época nacional.
Muy lejos de la consciencia cívico-política de cada compatriota se encuentran los registros históricos. En los archivos descansan los testimonios que pueden desmentir las leyendas negras y blancas de ídolos y mártires, como de mezquinos traidores, documentos que evidencian que ni los unos fueron tan perfectos ni los otros tan perversos en desdoro de la patria. Pero que muy pocos consultan.
De cada tramo de la historia se va formando un acervo sobre los que ha sucedido. Un camino documentado del quehacer de cada gobernante, sea o no sea relevante su administración o tampoco memorable el personaje, por sus dotes de liderazgo o por sus defectos de mal gobernante, quedan registradas así las batallas nuevas, las de cada día de la vida republicana. Esa información es, no solamente una herramienta para conocer y, en consecuencia, reconocer con objetividad los yerros y los aciertos públicos, es mucho más que para eso, sirve para hacer valer derechos a través de trámites precisos.
La Ley General de Archivos obligará a recuperar aspectos de la memoria nacional que por las visiones ideológicas imperantes fueron canceladas como episodios proscritos y algunos de éstos como secretos inconfesables de la vida nacional. Será inevitable indagar esas noticias del ayer y del mañana en la consulta de los archivos, única fuente para no olvidar.
Autor: FRANCISCO JAVIER ACUÑA
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