Caros V murió arruinado ¿Cómo se sabe? Por los archivos
>> viernes, 27 de noviembre de 2015
Carlos V murió arruinado
http://www.hoy.es/ 21/1172015
Juan José Martín cifra en 11 millones de maravedíes (1,6 millones de euros) el valor de los bienes del Emperador a su muerte, que tuvieron que ser vendidos para saldar sus deudas
Sesenta mulas de carga trasladan a Valladolid y Madrid los muebles y objetos que el Emperador deja al morir. Van a ser vendidos en almoneda. Aunque hoy resulte difícil de entender, el hombre más poderoso de la tierra murió arruinado. Es verdad que disponía de lujosas ropas, vajillas y joyas en Yuste, pero también que acumulaba tantas deudas, que a su muerte se decide vender buena parte de esos bienes para saldarlas. La venta se realiza en Valladolid en su mayor parte, pero también en el Hospital de la Latina y en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid.
En unos 11 millones de maravedíes cifraJuan José Martín el valor de los bienes del Emperador a su muerte. Según la equivalencia que hace el historiadorFernández Álvarez, hoy podrían ser 1,6 millones de euros.
Sin embargo, no se venden todos los bienes. Los más valiosos quedan en poder de Felipe II, don Juan de Austria, la princesa Juana y el príncipe Carlos, que unas veces los pagan y otras no. Al final, de la venta en almoneda se sacaron 4.658.209 maravedíes (700.000 euros). En los archivos se guarda incluso el nombre de los compradores.
El inventario de las pertenencias del Emperador es tan exhaustivo que permite conocer al detalle qué leía, cómo vestía, o de qué modo se aseaba el monarca en su retiro de Yuste. Hasta 678 lotes de objetos se clasifican y describen con pormenor; desde los más sublimes, como ‘La Dolorosa’ o ‘La Piedad’, de Tiziano, a los más prosaicos, como “siete cortinas (paños) de holanda que servían para escupir”. Ahí se encuentran desde 24 camisas de holanda hasta una decena de cuadros de Tiziano y otros pintores de la época.
Entre las joyas destacan los collares de oro de la orden del Toisón, que se queda Felipe II, y los sellos de oro y plata con las armas imperiales, que son vendidos. Es sabido que al Emperador le gustaba vestir bien, incluso en su retiro. Sus servidores cuentan que se llevó una alegría cuando los monjes de Guadalupe, que eran más ricos que los de Yuste, le enviaron un sastre para su servicio. Ricas jaquetas o batas de terciopelo forradas de armiño, plumas o pieles de cabrito le aliviaban del frío.
Hasta palillos de oro para los oídos
Para lavarse los dientes Carlos V disponía de una bacinilla decorada como un galápago, un palillo de plata y unas esponjas en las que colocaba unos polvos con los que se frotaba la dentadura. Tenía también un raspador de la lengua de oro y unos palillos para la limpieza de los oídos del mismo metal. El inventario recoge 18 limas chiquitas para los dientes, un bacín de plata para lavar la barba y dos estuches con herramientas para cortar las uñas de las manos y otros dos para las de los pies.
La presencia de piedras mágicas para estañar la sangre, bálsamos milagrosos, un pedazo de unicornio, piedras filosofales…, dan fe de que la superstición, que entonces era más poderosa que una medicina poco desarrollada, también alcanzaba a Carlos V.
Mesas, colchones, tapices, literas, sábanas, manteles, tinajas, perfumadores de plata, jarrones, cuadros cofres, relojes, saleros, candelabros, libros, mapas de navegación, anteojos…, todo es prolijamente inventariado para los testamentarios, embalado y enviado a Valladolid o a Madrid para su venta.
El trabajo de éstos es tan minucioso que incluyen en su larga lista hasta “un capuchón verde de damasco” con el que se tapaba la cabeza del papagayo de Brasil del Emperador. El animalito, regalo de la reina Catalina de Portugal, fue reclamado por la princesa Juana y enviado a Valladolid junto con un gatito que también perteneció a Carlos. “El papagayo y el gatito procuraré que partan mañana –escribe Quijada el 24 de octubre—y que vayan en una de las dos literas que pienso envía ahí, porque vayan bien tratados y guardados del frío, antes que lo haga mayor”.
http://www.hoy.es/ 21/1172015
Juan José Martín cifra en 11 millones de maravedíes (1,6 millones de euros) el valor de los bienes del Emperador a su muerte, que tuvieron que ser vendidos para saldar sus deudas
Sesenta mulas de carga trasladan a Valladolid y Madrid los muebles y objetos que el Emperador deja al morir. Van a ser vendidos en almoneda. Aunque hoy resulte difícil de entender, el hombre más poderoso de la tierra murió arruinado. Es verdad que disponía de lujosas ropas, vajillas y joyas en Yuste, pero también que acumulaba tantas deudas, que a su muerte se decide vender buena parte de esos bienes para saldarlas. La venta se realiza en Valladolid en su mayor parte, pero también en el Hospital de la Latina y en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid.
En unos 11 millones de maravedíes cifraJuan José Martín el valor de los bienes del Emperador a su muerte. Según la equivalencia que hace el historiadorFernández Álvarez, hoy podrían ser 1,6 millones de euros.
Sin embargo, no se venden todos los bienes. Los más valiosos quedan en poder de Felipe II, don Juan de Austria, la princesa Juana y el príncipe Carlos, que unas veces los pagan y otras no. Al final, de la venta en almoneda se sacaron 4.658.209 maravedíes (700.000 euros). En los archivos se guarda incluso el nombre de los compradores.
El inventario de las pertenencias del Emperador es tan exhaustivo que permite conocer al detalle qué leía, cómo vestía, o de qué modo se aseaba el monarca en su retiro de Yuste. Hasta 678 lotes de objetos se clasifican y describen con pormenor; desde los más sublimes, como ‘La Dolorosa’ o ‘La Piedad’, de Tiziano, a los más prosaicos, como “siete cortinas (paños) de holanda que servían para escupir”. Ahí se encuentran desde 24 camisas de holanda hasta una decena de cuadros de Tiziano y otros pintores de la época.
Entre las joyas destacan los collares de oro de la orden del Toisón, que se queda Felipe II, y los sellos de oro y plata con las armas imperiales, que son vendidos. Es sabido que al Emperador le gustaba vestir bien, incluso en su retiro. Sus servidores cuentan que se llevó una alegría cuando los monjes de Guadalupe, que eran más ricos que los de Yuste, le enviaron un sastre para su servicio. Ricas jaquetas o batas de terciopelo forradas de armiño, plumas o pieles de cabrito le aliviaban del frío.
Hasta palillos de oro para los oídos
Para lavarse los dientes Carlos V disponía de una bacinilla decorada como un galápago, un palillo de plata y unas esponjas en las que colocaba unos polvos con los que se frotaba la dentadura. Tenía también un raspador de la lengua de oro y unos palillos para la limpieza de los oídos del mismo metal. El inventario recoge 18 limas chiquitas para los dientes, un bacín de plata para lavar la barba y dos estuches con herramientas para cortar las uñas de las manos y otros dos para las de los pies.
La presencia de piedras mágicas para estañar la sangre, bálsamos milagrosos, un pedazo de unicornio, piedras filosofales…, dan fe de que la superstición, que entonces era más poderosa que una medicina poco desarrollada, también alcanzaba a Carlos V.
Mesas, colchones, tapices, literas, sábanas, manteles, tinajas, perfumadores de plata, jarrones, cuadros cofres, relojes, saleros, candelabros, libros, mapas de navegación, anteojos…, todo es prolijamente inventariado para los testamentarios, embalado y enviado a Valladolid o a Madrid para su venta.
El trabajo de éstos es tan minucioso que incluyen en su larga lista hasta “un capuchón verde de damasco” con el que se tapaba la cabeza del papagayo de Brasil del Emperador. El animalito, regalo de la reina Catalina de Portugal, fue reclamado por la princesa Juana y enviado a Valladolid junto con un gatito que también perteneció a Carlos. “El papagayo y el gatito procuraré que partan mañana –escribe Quijada el 24 de octubre—y que vayan en una de las dos literas que pienso envía ahí, porque vayan bien tratados y guardados del frío, antes que lo haga mayor”.
Autor: MANUELA MARTÍN
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